La lavanda es una de las
plantas aromáticas y terapeutas que más me gustan. Las bonitas y olorosas
flores de esta planta arbustiva ornamentan tanto el jardín como cualquier
estante en el que coloquemos un ramito. Su cultivo es sencillo dado que tiene
pocas exigencias en cuanto al terreno, y se desarrolla bien en cualquier ambiente
que no sea umbrío.
Originaria de los países
mediterráneos es conocido su uso ya por los romanos en perfumes, baños y para
ahuyentar mosquitos. En la cultura europea la lavanda se relacionaba con la
sensualidad pero en oriente se apreciaba por sus características relajantes.
La lavanda en el huerto
actúa como repelente de insectos que pueden afectar los cultivos, además las
abejas tienen predilección por sus flores, lo que las atraerá a nuestra huerta
favoreciendo la polinización.
El componente principal
de la Lavanda es el aceite esencial, que contiene alcoholes terpénicos
(linalol, geraniol y borneol) y esteres, entre otras muchas sustancias,
responsables de sus propiedades sedantes, hipotensoras, antiinfecciosas y
bactericidas.
Aprovechando estas
propiedades la lavanda puede utilizarse como:
·
Calmante en
caso de nervios, ansiedad, irritabilidad, insomnio, taquicardia y migrañas
·
Digestivo
para tratar gases y sensación de hinchazón
·
Tratamiento
de dolores reumáticos, infecciones cutáneas, heridas, etc
·
Repelente de
mosquitos o para tratar las picaduras de insectos
Las formas de uso más
habituales son:
·
Aceite: se
maceran flores secas en un aceite de calidad, como aceite de almendras. Se usa
externamente para problemas de la piel, quemaduras, sequedad o para aliviar
picaduras de mosquitos. Un ligero masaje en las sienes con este aceite calma los nervios y alivia los dolores de cabeza.
·
Infusión: se
hierve agua, se añade un puñado de flores y se deja en reposo unos minutos.
Esta infusión es recomendable como calmante y digestivo.
·
Alcohol: se
macera lavanda en alcohol sanitario de 96º. Se usa en fricciones contra
tensiones musculares y para activar la circulación
·
Saquitos de
flores secas: tras recoger las flores de la lavanda se dejan secar a la sombra
al menos un par de semanas, tras lo que se introducen en saquitos de tela. De
esta forma pueden usarse en los armarios como antipolilla, y a la vez
ambientador. Las flores secas en una almohadita o un peluche pueden ayudar a
los niños a relajarse a la hora de dormir. También pueden añadirse las flores
en sacos de semillas terapéuticos, para que al calentarlos, se aprovechen sus
propiedades calmantes.
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